viernes, 16 de noviembre de 2007


Recordando la Masacre de la matanza de la Santa Maria

Centenario de la Impunidad Criminal.

Nadie imaginó las inhumanas condiciones en que vivían nuestros mineros del Norte del país. Pero las armas pondrían fin a la mayor demostración de fuerza y organización de la época.

Fabián Gatica

Descontento, penurias e impotencia nos trae el recuerdo de este criminal acto de represión, humillación y abuso de poder por parte de las autoridades. Estos serán pampinos que no serán olvidados fácilmente de la memoria popular ya que, por su fuerza y coraje, no pueden dejar de vivir en el alma de cada trabajador nacional.

Niños y niñas que solo pensaban en lo bello de la vida, en vivir su niñez sin saber que la vida del hijo del obrero es tan difícil, jóvenes con sus brazos y alma comenzando a descubrir las penurias de la vida del obrero y en este caso del minero, aceptando su futuro, su realidad.

Mujeres con sus bebes en sus brazos fuertes como toda mujer trabajadora y esposa de obrero, trabajadores del salitre, con sus cuerpos tostados al sol, fuertes y machacados después de años de penurias y explotación viviendo de las migajas burguesas con la constante convicción de poder seguir sustentando a su familia.

Este es el panorama que había a comienzos del siglo XX en la región de Tarapacá, cuando la cuestión social comenzó a jugar un rol fundamental en la vida por las reinvocaciones de mejoras salariales de los obreros chilenos.

Bajo el mandato del presidente Pedro Montt, en Iquique se agudizaban estas contradicciones, comenzando por los trabajadores portuarios llegando así a las pampas

Salitreras las cuales eran el pilar fundamental de la economía de Chile por esos años.

Haciendo oídos sordos, las autoridades, con total y fría indiferencia, no accedieron a las demandas de los trabajadores, sin considerar las graves consecuencias que esto traería: un inmenso movimiento popular de los trabajadores del salitre.

La huelga fue conocida como “de los 18 peñiques” ya que era el principal punto de reinvocación del aquellos valientes hombres que marcharon días y días de todas las direcciones de la pampa, para llegar a la ciudad de Iquique donde se concentraba la gran masa de huelguistas.

Este movimiento estaba fomentado por anarquistas, demócratas y balmacedistas, reformistas en general recibiendo el apoyo del gran señor Don Luis Emilio Recabarren.

Entre 10 a 12 días duró la huelga en donde los cerca de 15.000 obreros apostados en la

Escuela Santa María de Iquique y la Plaza de Los Héroes frente a la Municipalidad y la Intendencia.

Pero, no todo era color de rosas en esta historia, un muy mal presagio se avecinó: trabajadores de la oficina Buenaventura que trataron llevar a sus familias a Iquique en

apoyo a la huelga minera, fueron detenidos y reprimidos brutalmente a balazos por las fuerzas policiales.

A la mañana siguiente fueron los funerales, los demás obreros apostados en Iquique trataron de ser obligados a trasladarse desde la escuela y la plaza hacia “El Club Hípico” pero ellos lo rechazaron rotundamente en por temor a ser bombardeados por los barcos fondeados en la bahía de Iquique.

Así comenzó la tragedia: mientras los dirigentes empeñados en resolver favorablemente las reinvicaciones de los obreros, comprometidos con el movimiento, se encontraban en una “reunión resolutiva” en la Intendencia para poner fin a la huelga.

Mientras tanto, el general Roberto Silva Renard a cargo de las tropas de la Esmeralda de Antofagasta, Rancagua y Atacama de Tacna, junto con Carampanque y Granaderos, con sede en Iquique; rodeó a los trabajadores en la escuela y la gente de la plaza. Amenazando con disparar querían obligar a los obreros a salir de las dependencias en que se encontraban apostados de tal manera que si estos no obedecían sus órdenes, sin pudor, los reprimiría.

Sin el más mínimo respeto por la libertad de expresión, el general dio lo orden de dar fuego para probar sus nuevas adquisiciones: ametralladoras último modelo para la época.

Los obreros al no tranzar con sus decisiones se mantuvieron en sus lugares pesando que jamás le tocaría vivir algo así, pero el asesino general, sin el más pequeño arrepentimiento, disparó junto a sus soldados contra miles de inocentes hombres, mujeres y niños que se encontraban en la escuela y la plaza, cayendo uno a uno como piezas de dominó en un juego de niños.

Las cifras que se tienen respecto al número de obreros asesinados por el acto criminal del Ejército de Chile es de: 2.500 a 4.000. Aquellos que lograron sobrevivir la masacre fueron llevados a la pampa y obligados a trabajar en las circunstancias precarias que fueron las mismas que llevaron a la huelga, a vivir en un régimen de constante terror y represión.

Este año se celebrará el centenario con un sin fin de actividades ya sea como el acto inaugural titulado “el año de los obreros “, llevado a cabo en Santiago a principios de marzo, donde acudieron cerca de 5 mil personas y se presentaron distintos artistas como Inti illimani, Francisco Villa entre otros.

Foros, concursos de cantos, murales y relatos. Convocatoria para publicitar iniciativas por Centenario son algunas de las actividades panificadas para esta conmemoraración.

Quilapayún viene desde Francia al acto de clausura en la mismísima escuela Santa Maria de Iquique el 21 de diciembre, día exacto de los 100 años de la matanza, y así, ya son varios los encuentros Internacionales que ya se están cursando para conmemorar este hecho histórico.

La escuela Santa Maria pretendía ser demolida, pero la gente de la coordinadora nacional en conmemoración de la matanza,enviaron una solicitud para que la mítica escuela sea declarada Monumento Nacional por su importancia histórica.

Ustedes que ya escucharon la historia que se contó no sigan allí sentados

Pensando que ya pasó. No basta sólo el recuerdo, el canto no bastará. No basta el lamento miremos la realidad” Quilapayún.



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