viernes, 16 de noviembre de 2007

¿Es acaso la fama, la tumba de los escritores?



Anne Rice, la decadente reina de los vampiros

Todos cambiamos a veces estrepitosamente, tal vez sin razón alguna, del negro al blanco, de la belleza mórbida a los cánones grecorromanos, ¿qué lo ocasiona? Esto fue lo que sucedió con Anne Rice

Por Rynoa

¿Cómo no evocar esos hermosos paisajes de la mística Nueva Orleáns de Anne Rice, cada vez que nos sumimos en lecturas oscuramente provocadoras?: Vampiros, brujas, diablos y fantasmas, tal vez, sólo un invento de leyendas o de perturbados escritores, seres arraigados en miedos y existencialismos completamente humanos.

Desde su libro “Confesiones de un Vampiro” hasta el décimo libro de las crónicas vampíricas “Cántico de Sangre”, fue el tiempo de Anne Rice.

En el 2005, gracias a la iluminación de un pesado libro: la Biblia, unos cuantos evangelios y la autora denominada “atea” cruza el umbral acercándose nuevamente al Cristianismo que había abandonado a los 18 años, consiguiendo así, que los ya desilusionados lectores vestidos de terciopelo negro y arrimados a la sombría pared de su biblioteca, terminaran perdiendo a una de las mayores exponentes a nivel mundial de los libros con temáticas góticas.

¿Falta de creatividad, libros celosamente repetitivos, contratos millonarios? Es imposible entrar en la mente de alguien y muchísimo más complicado en la de una autora que solía escribirle al existencialismo, a la inmortalidad y a la misma muerte.

Después de su coma diabético y la muerte de su esposo, nada volvería a ser lo mismo: "prometí que de ahora en adelante sólo escribiría para el Señor” afirmó en la revista Newsweek.

Pero, ¿Fue esto lo que acabó terminando con la fidelidad de sus lectores recurrentes? Lo más probable es que no, pues la mayoría de sus lóbregos seguidores, muy aficionados e interesados en la literatura, salieran del cobijo de los libros de Rice después de la tercera y segunda obra de “Las Crónicas Vampíricas” y de “Las Brujas de Mayfair”, respectivamente. Este es un buen ejemplo de que no se puede forzar a la creatividad y obtener buenos resultados.

Tardar dos o tres años en un relato resultó bastante bien, pero luego de unas firmas por aquí y otras firmas por allá, un libro al año mataría la originalidad de cualquier escritor por más que se esfuerce. Aún así, caería una y mil veces en la poco brillante ocurrencia de reciclar las ideas de sus libros anteriores y mezclarlas para tratar de crear una aleación inestable y carente del esplendor y la novedad que la caracterizaba.

Esto con el fin de satisfacer a una nueva legión de lectores económicamente explotables que lo que más ansiaban era leer las publicaciones de la escritora del libro “Entrevista con el Vampiro”, que había inspirado tan buena película. Eso fue lo que sucedió con Anne Rice, cuyo arte se convirtió de lleno en un negocio.

¿Es acaso este un escenario propicio para el fracaso? Podemos caer una y mil veces, ¿Siempre conseguimos levantarnos? Tal vez allá un pequeño atisbo de luz, lejos de sus desilusionados lectores como si fuera su mismísimo y famoso personaje de las “Crónicas Vampíricas”, Lestat, que siempre exiliado y olvidando su pasado, volvía a comenzar una nueva aventura con drásticos cambios y renovadas fuerzas.

Eso ocurrió con el público de su obra, de ser éste correspondiente en su mayor parte jóvenes góticos, cambió radical y estrepitosamente como un trueno en una noche silenciosa, a un público fervientemente religioso encantado con el primer libro de la saga cristiana. “Cristo el Señor: Salida de Egipto”, e ilusionado con la continuación de la misma, probablemente de dos libros más, que relata la vida de Jesús, tras una profunda investigación por parte de Rice.

Esta vez, otro excelente escritor sucumbió ante las garras de la fama, la cuál acabó con Rice, más efectivamente que el fuego con vampiros y brujas.

“Noches de invierno, el calor de la estufa, un café y entre las manos un libro, más vampiros y brujas, pero esta vez Lestat no está”. (Rynoa)

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