¿Cuántos puntos acumulas al comprar tus sueños?
La sociedad chilena entra al mundo capitalista del que no puede ni quiere salir
Por Michelle Villarroel
Actualmente convivimos a diario con una serie de información que nos llena de basura. La sociedad, definida también como suciedad, busca convertirnos en máquinas consumidoras dispuestas a comprar sin pensar.
Tal vez esto no sería tan catastrófico si esta política sólo fuera dirigida a quienes tienen recursos, pero no, el lobo logra llegar a “nuestras” vidas, disfrazado de abuelita. El capitalismo nos invade con tarjetas de crédito y modernas formas de pago, y así, las ganas reprimidas no se pueden contener más.
No contentos con una, los consumidores parecemos cada día necesitar más, aumentando la colección de tarjetas como si fueran estampillas. Nos alejan de la realidad, nos sumergen en un mundo feliz en el que todos los sueños se pueden comprar, cuando en el fondo no se tiene con qué.
Debemos reconocer que estamos inmersos en una suciedad consumidora, que cada día nos ofrece más. Aunque cómo negarlo, con estas tarjetitas todos ganamos. Compramos más ropa, nos alimentamos mejor y llenamos de electrodomésticos nuestra casa y, además, también nos llevamos una gran cantidad de deudas, de intereses y una larga lista que nunca acaba.
Las tarjetas nos permiten comprar, pero aunque pretendamos comprar el mundo, olvidamos que nada puede comprar sueños, ilusiones, todo lo que en el fondo, se es y quiere ser. A caso ¿nadie ha caído rendido a los pies de una oferta cuando ofrecen un “increíble” regalo por compras superiores a….?
¿Cómo evitar esos tan codiciados puntos que se acumulan por comprar cierto producto? Puntos que nunca se materializan porque nunca alcanzan.
Tal vez, unas de las pocas cosas buenas que tienen estas tarjetitas es que no discriminan a nadie. Las hay para todos: verdes, naranjas, azules, para grandes y chicos “próximamente las podrán usar también los perros”
Pero ¿qué pasa si un día te despiden de tu trabajo y no tienes con qué pagar? Todo lo amables que son ofreciendo productos, misteriosamente, desaparecerá. Caes en DICOM, te embargan las cosas, nunca más te dan trabajo, no puedes dormir tranquilo…
Todo esto nadie lo quiere decir. Parece ser que todo lo humano y todo lo sincero sólo llegan hasta el punto en que importan más los intereses personales que ser leales a un cliente.
Esta sociedad no espera a nadie, sólo espera que produzcas, que consumas, que sigas al resto.
¿De qué se trata todo este negocio? ¿no será tal vez lo asqueroso del medio lo que nos atrae?
¿Cómo se siente aparentar, tener una falsa sonrisa, una religión en la que no se cree? ¿cómo se siente ser observado por todos lados? Sólo crecemos para ser un producto, uno que se vende a poco precio, pero para el cuál se gasta mucha materia prima.
Lamentablemente entramos a la máquina, pero rápidamente nos ponemos en venta.